

El doctor Brown era pobre y tenía que abrirse camino en la vida. Había ido a estudiar medicina en Edimburgo, y su entrega, aptitudes y buena conducta habían hecho que los profesores se fijaran en él. En cuanto lo conocían las damas de sus familias, la figura atractiva y los modales encantadores del joven le convertían en el favorito de todas; y quizá ningún otro estudiante recibía tantas invitaciones a veladas y bailes, o era elegido con tanta frecuencia para ocupar el lugar que había quedado vacante a última hora en una mesa.
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